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Relato a partir de una imagen

 

CRISIS EN VENEZUELA (Ronaldo Schemidt)

 



Salgo a la calle porque no tengo comida y mi pequeño sueldo no me llega para pagar todos mis gastos. Nunca he robado, siempre me he portado bien, al igual que muchos de los que hoy salen a protestar. Tengo miedo porque he visto vídeos de la dura represión policial en este tipo de manifestaciones; pero, al final, la necesidad se impone al miedo. En el momento en el que piso la acera, empiezo a escuchar gritos a lo lejos, los cuales me guían hacia mi destino. También se oyen sirenas, y por la carretera, vehículos blindados conducen a grandes velocidades. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Me pongo una máscara para que la policía no me identifique, a pesar de que me voy a comportar pacíficamente. Llego al lugar donde se está produciendo la concentración. Veo a gente sangrando por los golpes de las porras. Me apuntan dos grandes cañones de agua, que acababan de dispersar a un grupo que estaba lanzando piedras a la policía. Me muevo rápidamente para esquivar el chorro, pero resulta inútil. Caigo hacia atrás y, debido a la propulsión ejercida por el agua, me choco bruscamente contra el suelo. Las pulsaciones se aceleran. Dos furgones blindados se acercan hacia mí rápidamente. Un grupo de manifestantes me cubren mientras me levanto, lanzando petardos y obstaculizando la carretera. Una vez incorporado, corro para mezclarme entre la multitud. Me sorprende un grupo de agentes por la espalda, que me empiezan a aporrear. Tengo heridas en la cabeza y en el pecho, me entra una arcada. Los oficiales me agarran de los brazos con excesiva fuerza, y me meten en un gran coche patrulla. Una vez dentro junto con otros tres jóvenes ensangrentados, una fuerte sacudida nos zarandea como si fuéramos una simple y delgada hoja de papel. Dos policías abren las puertas traseras para meter a una mujer que tiene una brecha en la ceja. Al fondo y justo antes de que cierren de nuevo las puertas, veo y comprendo el motivo de ese temblor. Hay una moto incendiada en medio de la calzada, y alrededor de esta, varios jóvenes están quemándose vivos. Ha pasado tiempo desde ese día, pero las cicatrices no se han borrado.

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